En las últimas semanas hemos profundizado en la relación que tienen los niños con sus salones de clases. Tuvimos conversaciones interesantísimas sobre la tecnología aplicada a la enseñanza y cómo ésta puede impulsar la autogestión del conocimiento de los más pequeños con Sugata Mitra; igualmente, con María Adelaida López conversamos sobre cómo los espacios diseñados para el aprendizaje a partir de las necesidades de las comunidades puede traer beneficios profundos tanto para los estudiantes como para sus familias y vecindarios.

En esta entrega continuamos explorando la dinámica persona y entorno, pero esta vez desde el cuerpo, la percepción y las emociones. Sabemos –gracias a décadas de estudios psicológicos– que los colores, la temperatura, las formas, la falta o presencia de luz son todas condiciones que tienen un efecto en la psiquis, llegando a influir en el estado de ánimo, concentración e incluso disposición fisiológica para diferentes actividades. Acompáñanos en el siguiente artículo a conocer cómo algunas instituciones y profesionales del mundo enfrentan el reto de construir programas pedagógicos y espacios que los acompañen basados en la anatomía y la fisiología.

Benjamin Bloom fue un psicólogo y pedagogo estadounidense que hizo contribuciones significativas en el campo del aprendizaje y el desarrollo cognitivo, siendo el más conocido la llamada ‘taxonomía de Bloom’. Esta herramienta está basada en la idea de que las operaciones mentales pueden clasificarse en seis niveles de complejidad creciente, siendo el nivel más bajo el conocimiento y el más alto la evaluación. Se trataba de un intento por ordenar jerárquicamente los procesos cognitivos que sigue siendo referente hasta la fecha. En 2001 fue revisada por Lorin Anderson y David R. Krathwohl, exalumnos del propio Bloom, quienes realizaron cambios significativos a raíz de la evolución de las sociedades y la tecnología, planteando el siguiente orden (del más básico al más complejo): recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear.

Salta a la vista que el sistema tradicional de educación está diseñado en base a la primera, dejando a los niños con pocas oportunidades para desarrollar los otros cinco niveles de forma sistemática. Según la psicóloga y especialista en educación, Mariana Plata, en términos neurológicos las funciones ejecutivas (memoria, organización, planeación, flexibilidad mental, etc.) se alojan en el cerebro frontal, y es muy importante a la hora de aprender algo nuevo que éstas se encuentren funcionando de la mejor manera para lograr que el conocimiento adquirido se cristalice y se almacene.

“Cuando el ambiente del salón de clases es punitivo y las funciones ejecutivas se comprometen, esto resulta en memorizar las cosas a corto plazo, sin producir aprendizaje. Por el contrario, cuando el aula es segura, hay una buena comunicación (no por eso menos rigurosa) con el docente, hay menos ansiedad y estrés, por ende las funciones ejecutivas puedan funcionar en su nivel más óptimo y este conocimiento se cristaliza de manera más duradera”

– comentó Plata.-

Para lograr las condiciones ideales en aula de clases varias corrientes pedagógicas han aportado sus nociones de cuáles deberían ser las intenciones al construir –física y conceptualmente– estos espacios. En general, de manera más o menos explícita, estos enfoques comparten la conexión con la naturaleza y el contacto con “la vida real” (más allá de las paredes del aula), basándose en gran medida en la experimentación y el aprendizaje mediante manipulación directa, dejando espacio para que el estudiante encuentre bienestar y confianza en sí mismo en el proceso. Se pone especial énfasis en los materiales, el mobiliario y su disposición, los ambientes y, sobre todo, a la organización de la jornada y las actividades que en ella tienen lugar. En palabras de Katia Hueso, autora del libro Educar en la naturaleza: “Dan en definitiva más énfasis al viaje que al destino”.

Entonces, nos surge la pregunta ¿es posible crear el ambiente ideal, integrando relaciones humanas significativas y espacios diseñados con el propósito de hacer el mejor uso de las funciones ejecutivas? En una búsqueda exhaustiva por encontrar la combinación perfecta para lograrlo, la experta en neuroeducación Nikole Lee fundó United School of Panama, con un programa basado en las necesidades emocionales, neuronales y fisiológicas de los estudiantes. Mrs. Lee y su equipo desarrollaron una metodología propia que mezcla elementos del currículum estadounidense internacional con mejores prácticas de variadas disciplinas, lo cual se refleja en algunos ámbitos como:

  • Diseño del campus para mirar hacia el jardín desde cualquier punto.
  • Parte importante del programa ocurre en los espacios verdes.
  • Son los alumnos los que rotan de salón, no el profesor.
  • Imparten educación física todos los días, durante momentos clave del día.
  • Horario basado en los ritmos y ciclos circadianos.
  • Nutrición como pilar del bienestar.
  • Lazos fuertes y comprometidos con padres de familia.

En 2015, Paul Zientarski presentó el TEDx titulado “Want Smarter, Healthier Kids? Try Physical Education!” en el cual contaba su experiencia a cargo del programa Learning Readiness Physical Education (LRPE) en Naperville Central High School. Dicho programa ha probado sostenidamente que la actividad física de calidad llevada de forma diaria en el ámbito escolar no solo reduce la posibilidad de obesidad en la población estudiantil, sino que mejora el rendimiento académico. Descubrimiento que reafirma la importancia de pensar en la integralidad del ser humano a la hora de armar programas educativos y los espacios en los cuales se realizan.

Está claro que entre más interdisciplinario sea el equipo encargado del diseño de las aulas de clase, más posibilidades tendremos de tomar en cuenta todas las aristas que conlleva el desarrollo de los alumnos, entendiendo que son seres humanos en crecimiento, con requerimientos nutricionales, emocionales, energéticos y de actividad muy diferentes a los de los adultos. En este sentido, es vital que paisajistas, arquitectos y diseñadores puedan trabajar de la mano con nutricionistas, pediatras, neuro especialistas y fisiólogos para crear ambientes propicios para que tanto el cerebro como el resto de los órganos trabajen de la mejor manera posible y ayuden a los procesos de cristalización de la información para que se produzca realmente un aprendizaje con potencial de análisis y creación, en lugar de pura memorización.