“El metabolismo es el movimiento arquitectónico de la era de la vida” – Kishō Kurokawa

La Nakagin Capsule Tower se edificó en 1972 para dar respuesta a una problemática, en uno de los barrios con más actividad económica en Tokio, Japón. Este edificio fue diseñado por Kishō Kurokawa, arquitecto japonés y uno de los fundadores de la corriente arquitectónica contemporánea, el Movimiento Metabolista.

Los metabolistas proyectaban en su filosofía, una ciudad del futuro habitada por masas de ciudadanos que residen en estructuras flexibles y extensibles, con un crecimiento orgánico dependiendo de sus necesidades. Según su visión, las leyes tradicionales de forma y función en la arquitectura estaban obsoletas. Creían en una profunda influencia del espacio y la funcionalidad sobre la sociedad y cultura del futuro. De allí su comparación con el «metabolismo», que permite que las células crezcan y cambien según las necesidades del organismo. A la misma vez creían que, como es una arquitectura orgánica, debía desaparecer.

– La Ciudad en el Aire de Arata Isozaki – Ejemplo del movimiento metabolista.

Los metabolistas utilizaban estructuras modulares para poder lograr ese movimiento orgánico que las ciudades y sus edificaciones debían recrear conforme a cómo las sociedades evolucionan. Estos módulos prefabricados se podrían conectar y extraer fácilmente cuando se dejaran de utilizar y de esta manera, se lograba aumentar o disminuir el tamaño de un espacio, maximizando su uso y practicidad, dos principios fundamentales de este movimiento.

De esta corriente surgió la Nakagin Capsule Tower, creada para ser utilizada por la creciente población de la ciudad de Tokio en Japón, específicamente en el barrio de Ginza, “el barrio de plata”. Este edificio fue creado específicamente para las personas que trabajaban en el centro de Tokio pero que residían en suburbios, a distancias considerables, o incluso en otras ciudades. Por ello, el proyecto tenía la función de servir como hotel, edificio dormitorio o estudio.

“La arquitectura es un escenario de teatro donde los actores principales son las personas, y dirigir dramáticamente el diálogo entre estas personas y el espacio es la técnica del diseño.” – Kishō Kurokawa

El proyecto de la Nakagin Capsule Tower se compone de dos torres o núcleos estructurales de once y trece pisos de altura a los que se adosan 140 módulos prefabricados, los cuales se pueden retirar o sustituir. Cada cápsula mide 2,3 m x 3,8 m x 2,1 m y funciona como una pequeña residencia u oficina, las cuales podrían conectarse y combinarse para crear espacios más grandes. Cada cápsula está conectada a uno de los dos núcleos principales, por solo cuatro tornillos de alta resistencia y están diseñadas para ser sustituibles, aunque no se ha sustituido ninguna unidad desde su construcción original. El conjunto se completa con una planta baja que ubica una cafetería y una primera planta donde se encuentran oficinas.

Cada cápsula está equipada con equipo para necesidades básicas: electrodomésticos y armarios empotrados, incluidos un hornillo de cocina, una nevera, un televisor y un magnetófono de bobina abierta, apropiado para la época. Estos módulos tienen un cuarto de baño, aproximadamente del tamaño de un baño de avión y una cama con una ventana en la parte superior.

Cada uno de estos módulos fueron construidos y equipados en una fábrica fuera de sitio, y luego transportados al sitio del proyecto, en donde se construyeron los núcleos con acero y hormigón.

Pese a que la Nakagin Capsule Tower no es un ejemplo de arquitectura tradicional japonesa, que perdura y se mantiene estática en el tiempo, si no que se plantea como un edificio que sufre cambios, no deja de lado su tradición ya que el arquitecto utilizó en la pequeña escala del diseño de las cápsulas, la proporción del tatami japonés.

Kurokawa envisionó un futuro en donde, por el constante movimiento de una ciudad concurrida, las cápsulas debían ser reemplazadas cada 25 años y eventualmente, desaparecer. Sin embargo, no probó ser una teoría sostenible y las cápsulas no fueron sustituidas o modificadas, debido al alto costo de mantenimiento y fabricación. Las mismas fueron deteriorándose y eventualmente utilizadas como almacenes y hasta como espacio de depósito para los propietarios. También, debido al alto costo de fabricación de las cápsulas y la situación del edificio en uno de los barrios más caros de Tokio, las mismas fueron compradas en su mayoría por empresas y no por personas naturales.

En el 2007, los propietarios citaron condiciones agobiantes en su haber, entre ellos la utilización de asbestos durante la construcción de la torre, la poca preparación frente a terremotos o desastres naturales, y la poca utilización del espacio territorial donde se encuentra el edificio.

Pesé al uso original que Kishō Kurokawa le dio a esta torre, el mismo criticó fuertemente a los capitalistas por proponer su demolición, por lo que propuso, antes de su fallecimiento en 2007 de “desenchufar” las cápsulas y sustituirlas. Este concepto además de ser parte del metabolismo, trajo a la realidad una propuesta del movimiento Archigram planteada en 1960: el Plug-In City.

A pesar de las condiciones y peticiones de demolición, muchas personas se oponen a su desmantelamiento, el cual inició en abril de 2022. Entre los esfuerzos para preservarla, incluyen la donación de las cápsulas a museos, una reconstrucción 3D digital, propuestas de restauraciones de las cápsulas por grupos de arquitectos, entre otras actividades.

La Nakagin Capsule Tower resultó convertirse en una edificación que cumpliría con un propósito totalmente opuesto a su origen, una edificación monumento por la que se lucha preservar. En su momento, la torre logró ser un ejercicio existencial revolucionario, y un intento de proyección a un habitar del futuro.

“A diferencia de los edificios del pasado, los actuales tienen que ser modificables, movibles y estar en condiciones de responder a las cambiantes necesidades de esta época”. – Kiyonori Kikutake, arquitecto japonés fundador del Metabolismo.