En la era actual vivimos vidas ocupadas. Tratando de equilibrar el trabajo, la educación, los mandados, el ejercicio, etc. Terminamos sin tiempo y nuestras conexiones sociales se quedan en el camino. Además, la pandemia de COVID-19 ha exacerbado esta condición, lo que ha provocado que surja la soledad. La investigación nos muestra que la falta de conexión humana puede ser más dañina para su salud que la obesidad, el tabaquismo y la presión arterial alta. Al descuidar nuestra necesidad de conectarnos ponemos en riesgo nuestra salud.

La realidad es que estamos viviendo un momento de verdadera desconexión. Si bien la tecnología parece conectarnos más que nunca, nuestras pantallas nos desconectan de la naturaleza, de nosotros mismos y de los demás. Wi-Fi por sí solo no es suficiente para satisfacer nuestras necesidades sociales. Necesitamos interacción cara a cara para prosperar.

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Ahora que estamos comenzando a emerger y buscamos recuperarnos de la pandemia, estamos observando una tendencia común: se prefieren los ambientes al aire libre para reuniones e interacción social a los ambientes interiores. Es posible que debamos reimaginar, reinventar o incluso crear colectivamente espacios públicos en el corazón de nuestras comunidades. De esto se trata la creación de lugares: fortalecer la conexión entre las personas a través de los lugares que comparten.

Desafortunadamente, los rígidos procesos de planificación del siglo XX se han institucionalizado tanto que las partes interesadas de la comunidad rara vez tienen la oportunidad de expresar sus propias ideas y aspiraciones sobre los lugares que habitan. Como arquitectos, planificadores, diseñadores e ingenieros, debemos dar la bienvenida a este tipo de participación de base para ir más allá del enfoque estrecho de nuestras propias profesiones, disciplinas y agendas.

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Ahora no es el momento de continuar con las formas tradicionales de hacer las cosas. Si no impulsamos el comportamiento, agilizamos nuestros procesos y desarrollamos alianzas más sólidas para eliminar las barreras y lograr un beneficio colectivo e inclusivo, generado por las personas que viven, trabajan y juegan en nuestras comunidades, perderemos la mejor oportunidad en décadas para transformar nuestras ciudades.