En nuestro mundo, una de cada ocho personas vive en asentamientos informales conocidos como barrios marginales o guetos. En total, alrededor de mil millones de personas viven hoy en condiciones de tugurios [1]. Esto no solo equivale a una realidad contemporánea bastante inaceptable, sino a una realidad cuyo número crece continuamente.

En nuestra cultura urbana dominante, a menudo retratamos a las personas que viven en guetos en estereotipos muy negativos. El discurso reciente ha enfatizado que las leyes promulgadas son la causa de la segregación en el desarrollo de las ciudades. Pero antes y junto a estas leyes existió una larga historia de creencias comunitarias perjudiciales, muchas de las cuales han sobrevivido a las leyes que produjeron. El prejuicio contra las comunidades de tugurios se manifiesta en las realidades vividas de desventaja y marginación política, lo que conduce a la persistencia de la pobreza y la desigualdad en el mundo.

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Las operaciones que continúan la transformación de las ciudades tienen cada vez menos que ver con las personas y más con los bienes raíces, la inversión y las oportunidades para acumular riqueza. Pasan las décadas y el desafío permanece: ¿cómo podemos dejar de excluir a los demás seres humanos y ciudadanos de los beneficios de la urbanización y de oportunidades justas e iguales para lograr el progreso y la prosperidad individual y colectivo? Está claro que las prácticas actuales solo han disminuido la diversidad y han ido extinguiendo lentamente el trasfondo cultural de las ciudades.

Como arquitectos hemos tenido una aceptación desenfrenada de esta homogeneización y hemos ido ignorando otras formas de producción fuera del sistema de mercado. Si nosotros, como profesionales, no comenzamos a comprender los barrios marginales como espacios principales, nunca nos acercaremos a comprender la urbanidad de nuestras ciudades.

A través de procesos de diseño participativo podemos involucrarnos en la comunidad, construir lazos y comenzar a romper las barreras mentales que han plagado nuestras mentes y han estado creando ciudades fracturadas. Necesitamos idear gestos amables que incluyan a esas comunidades ignoradas y completen nuestra propia noción de nuestras ciudades.

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Luego de vivir en Roma, nuestra Experta Elisa Silva regresó a Caracas con la firme convicción de ayudan este tipo de enclaves, lo que llaman en Venezuela “barrios”. En nuestro “Inclusión Social en Urbanismo” curso Elisa Silva comparte tantos estudios de casos que son francamente reveladores con respecto a lo que puede suceder cuando nos enfocamos en partes de una ciudad que no se ven como una oportunidad de inversión pero que son, en sus propios términos, una contribución a la cultura urbana.