El gran elefante blanco que todos deberíamos estar mirando.

Mariana Plata es Psicóloga clínica, Psicoterapeuta y Educadora. En su experiencia trabajando como asesora de cuerpos docentes, en colegios privados de Ciudad de Panamá, ha visto de primera mano la necesidad de incluir en el currículo oficial los principios fundamentales de las pedagogías “alternativas”, pero también de aplicarlo en la relación educador-escuela. “Necesitamos más alineación entre el estilo del docente y los valores de la institución para la cual trabaja. Un docente debe respetar las diferencias de sus estudiantes en la misma medida que la escuela debe respetar las diferencias de sus docentes”.

Cada escuela debería tener líneas transversales claras como marco de referencia para su profesorado, un objetivo común, que permita encontrarse con el docente donde está como persona y profesional. Es importante abrir espacios de colaboración entre docentes veteranos, de carrera media y quienes recién entran con ideas frescas, de esta manera se crea una sinergia con la cual se crece, se intercambia y nunca se deja de aprender. “Creo que de otra manera el docente no disfruta, se siente frustrado –además de muchas veces mal pagado– y así difícilmente los niños podrán disfrutar la experiencia escolar, pero más preocupante aún, no disfrutarán conscientemente del acto de aprender”.

El sistema escolar occidental, en general, pareciera haber caído en un círculo vicioso de arrastres de otras épocas e implementaciones eclécticas recientes que, algunas más que otras, resultan en perpetuar la rigidez desde la enseñanza hasta el aprendizaje. Para conocer hacia dónde se dirigen los estudios más recientes en los campos de la Pedagogía y las Ciencias Sociales, conversamos con Stefany Cohen, Magister en Tecnología, Innovación y Educación de Harvard University, quien defiende la necesidad de una “educación para el siglo XXI”, la cual no dista tanto de algunos de los discursos fundamentales de la “nueva educación” y sus corrientes “alternativas”, pero que reconoce la incidencia de la tecnología en el desarrollo de las generaciones de niños que son nativos digitales. “En este siglo no podemos predecir lo que vendrá, pero sí podemos empoderar a los niños y las niñas a crear –y cocrear– el futuro a través del desarrollo de habilidades que se pueden resumir en: pensamiento crítico, creatividad, colaboración y comunicación”. Cohen considera que la mayor diferencia entre el sistema actual y al que debemos aspirar a migrar globalmente es una cuestión de fondo: La educación del siglo XXI se enfoca en entregar a los chicos habilidades para ser (alma/corazón), saber (mente/intelecto) y hacer (manos, cuerpo, sentidos) como un todo.

“La única constante es el cambio. Los maestros, padres y defensores de la educación debemos innovar, atrevernos a probar nuevos modelos de aprendizaje que se mantengan al día con un mundo que cambia rápidamente”.

Annamaria Zampogna, Curadora de Pertanto

Poner al ser humano en el centro, en vez de a la institución, es un concepto que va más allá de las paredes del aula de clases, implica considerar todas sus aristas psico-sociales. Para la Dra. Emelyn Sánchez es importante rescatar la relación escuela-comunidad, ya que para que un niño tenga las condiciones ideales para aprender hay muchos factores que deben converger. “Estructuralmente todos los cerebros funcionan igual ––a menos que haya una lesión o una disfunción– lo que cambia es la historia de cada uno: cómo fue entrenado, estimulado, su contexto sociocultural, sus niveles de nutrición, sueño, estrés, etc”. Esto es un tema de salud pública, que afecta a la sociedad en pleno como efecto dominó, ya que si tenemos familias en condiciones precarias, estaremos enviando a un sistema escolar deficiente a niños que no cuentan con las condiciones físicas, emocionales y mentales para alcanzar su máximo potencial, dando como resultado un círculo sin fin de carencia que afecta negativamente en todas las esferas de la vida de una nación.

Para cambiar esto es necesario que colectivamente comprendamos que hablar de educación es hablar de los cimientos de la sociedad del presente y del futuro, algo que nos impacta a todos, y debemos actuar en consecuencia. Mariana Plata lo plantea como un problema multicapa con una solución compleja pero realizable con voluntad política y organización ciudadana: “Creo que es importantísimo redefinir las prioridades del Estado, y repartir las riquezas equitativamente en torno a esas prioridades. En Panamá se ha ido emparchando el sistema y los problemas se han desbordado. Es triste ver buenos docentes mal remunerados, desmotivados, sin aulas ni herramientas. Para la gente es más fácil enojarse con el docente o la escuela, porque es mucho más ambiguo estar enojado con el sistema y las personas que toman las decisiones allí”.

Mientras que la especialista en Neurociencias cognitivas, Emelyn Sánchez opina que “el Ministerio de Educación, o la autoridad encargada, debería contar con departamentos de investigación y estadística que les permitan reconocer las necesidades particulares de cada comunidad para así escoger qué modelos pedagógicos funcionan en ese lugar, con esas personas”.

Durante la revolución industrial la academia significaba movilidad social, la posibilidad de un mejor futuro para quienes no lo tenían asegurado desde la cuna. Sin embargo, en 2022 la educación es un derecho humano, y para hacerlo valer plenamente, con luces largas, se requieren sistemas que se vayan amoldando y respondiendo a la sociedad a la que sirven. Repensar la educación desde las pedagogías es respetar la diversidad, ya que cada individuo, familia, cultura, país, región o comunidad tienen necesidades disímiles, por lo tanto no existe una solución estandarizada. Tomar acción en esa dirección significa reconstruir el sistema y sus metodologías de la misma manera que nos deconstruimos nosotros en beneficio de los que están y de los que vienen, ya que exigir una educación consecuente con los tiempos en que vivimos a nuestras autoridades o en los colegios donde inscribimos a los niños es la única posible solución para dejar de lado la centralización, rigidez y uniformidad que seguimos reciclando en los currículos escolares.

Que la escuela responda a la demanda del momento es un tema de interés colectivo: educadores, profesionales de la salud, personal administrativo, padres de familia, estudiantes y sociedad civil. Todos debemos pasar de la contemplación a la acción, involucrándonos, aportando a la conversación y reconociéndonos responsables de pedir rendimiento de cuentas a quienes toman las decisiones a gran escala.