A lo largo de los siglos, la arquitectura ha encontrado inspiración en el mundo que nos rodea. Sin embargo, una de las fuentes más profundas de inspiración no proviene de maravillas hechas por el hombre, sino de los diseños intrincados y eficientes que se encuentran abundantemente en la naturaleza. Este enfoque, conocido como biomimicry o biomímesis, ha revolucionado la forma en que los arquitectos conceptualizan y crean edificios, aprovechando la brillantez de los sistemas naturales para construir estructuras sostenibles, eficientes e impresionantes.

Las raíces de la biomímesis se remontan a siglos atrás, cuando las civilizaciones observaban los diseños de la naturaleza y los adaptan para satisfacer sus necesidades arquitectónicas. En la antigua Grecia, se observó la eficiencia estructural de las colmenas de abejas y se adaptó esta forma para diseñar la disposición de las ciudades. La ciudad de Epidauro, por ejemplo, siguió un patrón similar al diseño hexagonal de las colmenas, permitiendo una distribución eficiente de las calles y espacios públicos. Otro ejemplo significativo, en Mesopotamia, se construyeron edificaciones con conductos de aire subterráneos similares a los conductos que utilizan las termitas para regular la temperatura y la ventilación.

Sin embargo, la formalización de este concepto surgió prominentemente en la segunda mitad del siglo XX. Pioneros como el arquitecto e inventor Buckminster Fuller exploraron los principios de la naturaleza en sus diseños de cúpulas geodésicas, aprovechando la fuerza y eficiencia observadas en las estructuras naturales.

La Biosfera de Montreal, anteriormente el Pabellón Americano de la Expo 67, por R. Buckminster Fuller, en Île Sainte-Hélène, Montreal, Quebec. Cortesía de Eberhard von Nellenburg

Science World en Vancouver, construido para la Expo 86 e inspirado en la cúpula geodésica de Buckminster Fuller. Cortesía de Differense

Los geodésicos, estructuras esféricas compuestas por triángulos que forman una red tridimensional, son extremadamente fuertes, livianas y eficientes en términos de uso de materiales, y se utilizan en diversas aplicaciones, desde edificios hasta invernaderos y espacios de exhibición. Sus diseños se centraron en la eficiencia energética y el uso inteligente de recursos. Los geodésicos, por ejemplo, aprovechan al máximo la resistencia de la forma esférica para minimizar la cantidad de material necesaria para cubrir un área determinada.

El término “biomimicry” o biomímesis fue popularizado por la bióloga y escritora Janine Benyus en su libro de 1997 “Biomimicry: Innovation Inspired by Nature”, donde destacó el potencial de utilizar los planos de la naturaleza en diversos campos, incluida la arquitectura. Benyus abogó por un cambio de “aprender de” la naturaleza a “aprender con” la naturaleza, enfatizando una comprensión más profunda y una colaboración con los sistemas naturales en lugar de una mera imitación.

Numerosos arquitectos y firmas de arquitectura han adoptado la biomímesis como un principio rector en sus diseños, ampliando los límites de la innovación al mismo tiempo que promueven la sostenibilidad. Una figura notable es Michael Pawlyn, un defensor de la arquitectura biomimética conocido por sus diseños visionarios inspirados en la naturaleza. Su trabajo a menudo explora cómo funcionan y se adaptan los ecosistemas, traduciendo estos principios en soluciones arquitectónicas. El Proyecto Eden de Pawlyn en Cornwall, Inglaterra, es un testimonio de la biomimicry, se asemeja a estructuras masivas de biomas inspiradas en burbujas de jabón y células vegetales.

30 Saint Mary Axe en Londres, Oficinas y Sede Central de Swiss Re en Reino Unido, por Foster + Partners. Cortesía de Foster + Partners

El Proyecto Edén se estableció en 2000 en Cornwall, Inglaterra. Un jardín botánico moderno que explora el tema de la sostenibilidad. Cortesía de A1personage

Otro exponente influyente es la firma Biomimicry 3.8, fundada por la propia Benyus. La firma aplica principios de biomimicry en varias industrias, incluida la arquitectura. Abogan por un enfoque holístico, integrando la inteligencia biológica en el proceso de diseño para crear edificios que armonicen con el medio ambiente.

Varios prodigios arquitectónicos muestran la integración de principios de biomímesis en sus diseños. El Centro Eastgate en Zimbabue, diseñado por Mick Pearce, imita los mecanismos de autorrefrigeración encontrados en los montículos de termitas.El edificio regula la temperatura sin aire acondicionado convencional, reduciendo significativamente el consumo de energía mediante técnicas de refrigeración pasiva inspiradas en la naturaleza.

Además, el Gherkin en Londres, diseñado por Norman Foster, se inspira en la esponja de cesto de Venus. Su diseño innovador optimiza el uso de energía al permitir que la luz natural penetre profundamente en el edificio, reduciendo la necesidad de iluminación artificial.

A medida que el mundo enfrenta desafíos ambientales apremiantes, la biomímesis ofrece un camino prometedor hacia una arquitectura sostenible. Al observar y emular las estrategias probadas por el tiempo de la naturaleza, los arquitectos pueden crear edificios que no solo minimicen el impacto ambiental, sino que también contribuyan positivamente a los ecosistemas.

Mirando hacia el futuro, la fusión de tecnología avanzada y biomímesis tiene un inmenso potencial. Desde la impresión en 3D de estructuras inspiradas en formas naturales hasta el desarrollo de materiales inteligentes que se autorreparan al igual que los organismos vivos, el futuro de la biomimicry en la arquitectura parece ilimitado.

La biomímesis en la arquitectura representa un cambio de paradigma, mezclando la brillantez de la naturaleza con la ingeniosidad humana. Al aprender de miles de millones de años de evolución, los arquitectos pueden continuar diseñando edificios que armonicen con la naturaleza, marcando una era de diseño sostenible y regenerativo.